MODELO DE DESARROLLO
El desarrollo de un país debe basarse en la búsqueda del bienestar general. Tarea nada fácil si se considera que una característica propia del ser humano, y particularmente del colombiano, es su interés por obtener beneficios de carácter puramente individual.
La falta de una visión social y de un genuino interés por el colectivo produce efectos muy negativos en la comunidad: Falta de solidaridad, esfuerzos aislados, bajos niveles de crecimiento, fracasos empresariales por encarar de manera independiente diversos asuntos y problemas, enfrentamiento y frecuentes conflictos.
Para lograr un modelo de desarrollo sostenible se debe partir de un propósito fundamental: crear identidad, este concepto implica un proceso integral de educación, capacitación, mejoramiento de condiciones de vida, búsqueda de un fin común aceptando la enorme diversidad que nos caracteriza, cumplimiento de proyectos y programas, manejo pulcro de las finanzas públicas, análisis ponderado de la importancia y urgencia de los planes, entre otros variados factores.
Bajo estas premisas el proceso debe involucrar un esquema de total participación e inclusión social. En el modelo propuesto todos estamos en capacidad de aportar desde nuestras capacidades y habilidades individuales.
Una apropiada coordinación y dirección permitirá aplicar de manera sinérgica el entusiasmo y disposición de cada uno, propiciará el logro de un alto nivel de vida y el cumplimiento de metas nacionales concebidas desde hace mucho tiempo pero tristemente no realizadas por diversos factores como falta de planeación integral, insuficiente análisis de la realidad del país, programas desenfocados de los verdaderos problemas de la nación y, especialmente, por los niveles absurdos de corrupción y malos manejos que han signado administraciones locales, regionales y nacionales.
El país requiere establecer parámetros claros sobre el concepto de VIDA DIGNA, para ello es necesario el concurso de diferentes estamentos sociales: fuerzas económicas –sector real y sector financiero-, la sociedad civil, la academia, los emprendedores y el Estado como orientador y promotor de los grandes cambios que deben generarse.
Un aspecto que debe mejorar sensiblemente es la concepción y ejecución de planes de gobierno; nuestra nación se acostumbró a elegir gobernantes que definen para su periodo un plan de gobierno desarticulado de una línea estratégica que convoque al país en un esfuerzo continuo y de largo plazo. Deben olvidarse los atavismos partidistas y el carácter sectario que ha movido a muchos de nuestros dirigentes. La nación requiere líderes pragmáticos, capacitados, eficientes, orientados al logro y desprovistos de intereses personales cuando asumen la representación de la comunidad.
De otro lado se requiere la participación estructurada y formalizada de los demás estamentos sociales, cada uno de ellos es una pieza fundamental en la búsqueda de un acuerdo sobre el país que queremos. Debe darse respuesta a dos preguntas básicas ¿hacia dónde queremos dirigirnos? y ¿cómo vamos a lograrlo? En muchas oportunidades se da una aceptable respuesta al primer cuestionamiento, no obstante se dificulta concretar la manera como llevaremos a cabo nuestros planes.
Visualizamos el Estado como un gran director de orquesta que conoce a plenitud su equipo de trabajo, sabe hacia dónde se dirige y conoce exactamente con qué instrumentos cuenta, pero –sobretodo- sabe cómo lograr una interpretación armónica, precisa y ajustada de una composición que integra todos los factores de la escala social, económica y política.
Por otra parte, la sociedad civil, la academia los sectores económicos, los emprendedores –identificados como los individuos que promocionan la creación de empresas con sentido económico y social- conforman la base de un conglomerado que trabaja armónicamente y aporta desde sus experiencias, conocimientos, recursos y fortalezas los elementos necesarios para lograr la anhelada cohesión que permitirá definir objetivos comunes de largo plazo.
Cada sector tiene grandes responsabilidades frente a un modelo de desarrollo articulado y de largo plazo, cada unidad debe tomar conciencia de su función particular y tener pleno conocimiento de la estructura general; sólo de esta manera podrá asimilarse una visión de conjunto y propiciar en todos los ciudadanos un sentido de pertenencia y de credibilidad en sus instituciones.
Sólo cuando se logre que todos los estamentos sociales comulguen con fines concertados y se sientan beneficiarios del desarrollo de planes que los involucren y les permitan aplicar sus habilidades y capacidades podremos considerar que hemos tomado la senda del desarrollo social y económico.
En este plano la academia juega un papel fundamental, por décadas nuestras instituciones educativas han promovido la formación de empleados, posiblemente de excelentes funcionarios, sin embargo es indispensable dar un giro en este proceso; algunas universidades –entre las que se cuenta la EAN- han dimensionado la educación y formación de una manera diferente, han venido inculcando por años el desarrollo de empresas y empresarios, han entendido que un país requiere de emprendedores, de personas que rompan las tradicionales reglas de vida de los colombianos.
“Ganarse la vida” -como decían nuestros abuelos- tiene una connotación diferente. El criterio acuñado por años de obtener un empleo en una empresa de tradición, hacer una carrera aceptable, lograr préstamos pagaderos durante largos años, educar a los hijos y retirarse para disfrutar de una pensión de jubilación –en muchas ocasiones exigua y tardía- ha pasado a un segundo plano.
Hoy se combinan dos elementos primordiales: formación y educación, unidos a otros factores críticos para lograr que los individuos adquieran una noción diferente de su función profesional: liderazgo, mentalidad emprendedora, trabajo en equipo, esfuerzos comunes y orientados, aplicación de esquemas societarios para poner en práctica ideas y proyectos.
En este campo la formación superior tiene grandes desafíos: debe propiciar un cambio en los modelos convencionales de educación, debe acercarse a las instituciones de educación básica y media, debe adelantar un constante proceso de investigación y análisis en diversos campos de manera que la información obtenida –debe ser necesariamente pertinente, suficiente y actualizada- proporcione la base adecuada para formular estrategias y metodologías y facilite el diseño y aplicación de instrumentos efectivos para poner en práctica los ideales de la formación por competencias y genere procesos de formación de empresas que tengan viabilidad técnica, comercial, financiera y operativa.
El Estado debe fortalecer los lazos existentes entre las diferentes instancias y coordinar los esfuerzos que permitan lograr los objetivos en materia de formación de empresas, proyectos de transformación tecnológica, acceso a fuentes de capital, promoción de la creación de compañías mediante el aporte de un amplio número de socios –una de las grandes limitantes del desarrollo de nuestro aparato productivo es el reducido valor del patrimonio y los importantes requerimientos de capital para operar-.
En suma, el desarrollo del país se debe basar en el esfuerzo articulado y permanente de diversos actores: Estado, Sociedad civil, Sector privado, Sector público, Academia y emprendedores.